El singular mundo terrestre,
plasmado de fenómenos incomprensibles, plagado de estatus y condiciones, con
aquella maldita ambición, con aquella egoísta avaricia, y entre las hojas de un
arbusto de un pequeño jardín, justo al medio de la peculiar vida, aparece el
hombre sencillo, llano, que se asombra de lo poco, de lo que algunos avanzados
llaman “natural”, pero el sigue allí, descubriendo cada verde destello cual
alimenta su alma, mirando y dirigiendo su corazón al cielo, rogando, no por
entender sino por aceptar su penitencia de ingenuidad; no obstante como él hay
muchos, y como avanzados hay más, pero tras el sudor de su sien, surgió el
dilema ¿Cuál es la prudencia existencial?. Aquel hombre que vivió cien años de
comprender solo que el cielo es bello, un segundo antes de morir escucho a un
hombre decir “…Cuando no se puede lo que
se quiere, entonces se debe querer lo que se puede…”, en ese momento supo
que no vivió en vano, hoy vive en el paraíso dotado del todo.
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